Tengo una Mono-volumen de dieciséis
años, (toda una adolescente), que compre cuando mis hijos eran
pequeños, una de siete plazas, dos de ellas ocultas, el ideal de
todo matrimonio joven con perro, con intención de llegar a parecerse
a los Winslow pero en caucásico y sin desear tener a Steve
Urkel merodeando.
Cuando la tan querida “caravana”,
a similitud de otra utilizada por la familia Ingalls
, cumplía años, la finalidad de su uso fue cambiando
paralelamente con su aspecto.
Interiormente transmutó los vetustos
vestigios de manchas de papilla, pis y vomito por otras nuevas de
mayor relieve y diversas procedencias como yeso, cascotes,
virutas, tornillos y pelos de animales.
Exteriormente su figura era
consecuencia de lo que la Madre Naturaleza obró en su piel. Nunca
pasó por cirugía estética alguna, sus arrugas más que por el
paso del tiempo, fueron ocasionadas por la bisoñez de los “pequeños”
que ahora ya tienen edad de conducir y por alguna que otra columna
móvil del garaje (seamos justos) , pero que debido a su edad no
merecían la pena ser reparadas. Las partes desconchadas de su
chapa, en principio se disimulaban con pinceladas precisas de
restaurador.
Esta “diligencia” nuca fue atacada
por los Apaches, pero perdía poco a poco su brillo natural, y su
dueño hundido en la pena ( sobre todo de intuir que debería
gastarse los dineros en otro vehículo) la abrillantaba con unos de
esos productos aceitosos que lustran por donde pasan.
!Qué resplandeciente quedaba ¡. Mas
el aderezo resultaba fugaz,. el polvillo del camino se adosaba al
liquido oleoso y texturizaba su piel a la manera de un Hipopótamo.
Pero su arrojo y valentía superaban
con creces su aspecto. En sus entrañas cupieron innumerables muebles
desmontables de nombres suecos impronunciables.
No quiero aburriros con su trabajosa
existencia, tan solo, y en su honor os describiré sus últimos
momentos de agonía por esta tan servicial vida:
En los últimos meses, y por la razón
que no es de este capítulo, sometimos a nuestra querida protagonista
a un esforzado trabajo de mudanzas y re-ubicamientos varios; libros
mohosos, sartenes roñosas, cabeceros sin cerebro, vajillas huérfanas
de platos, electrodomésticos sin kilómetros, botellas con posos,
televisiones obesas, cadenas de música sin eslabones, recuerdos de
toda una vida de no tirar por si llega el caso...... de retardar
la fecha de su viaje al basurero ( ahora se llama eufemísticamente
“punto limpio” ). Se porto, ni una duda, ni una queja, ni un
ligero carraspeo que pudiera provocar tanto polvo.
Comenzando el verano , presento un
cuadro de fiebre intensa que me hizo llamar a la “ambulancia”y
llevarla hasta las puertas del “consultorio local” donde le
esperaba su “médico de confianza”. Su enfermedad no parecía
grave pero podría complicarse por la edad. Tan solo presentaba un
cuadro de insuficiencia circulatoria que la hacía deshidratarse, lo
que ocasionaba su alta fiebre.
Aunque la intervención fue rápida, el
tiempo en el “hospital” fue más largo , y es que en estos
tiempos de vacaciones, a todos los automóviles les da por hacerse
sus revisiones pertinentes.
De nuevo vino a mis manos; eso si, cada
vez vislumbraba en sus ojos la tibieza de su longevidad.
El pos-operatorio se hizo de una
manera normal, sin esfuerzos, solo paseos ligeros sin someterla a
excesivas jornadas de trabajo. Mas volvió la calentura; armado de
valor y dándola a beber frecuentemente para aplacar su fiebre,
conseguí llevarla yo mismo con mis manos , hasta el “hospital”. Allí
quedó de nuevo ingresada, la decisión del “doctor” fue tajante
, era necesario realizarla un Bay-Pass.
Tan fácil como decirlo , al día
siguiente de nuevo subida en el asfalto. Temeroso del resultado de la
intervención, sus paseos se limitaban a dar vueltas alrededor del
“hospital”; y la fiebre reapareció , el diagnostico era claro,
su corazón empezaba a fallar.
A partir de entonces ya solo podría
andar unos pocos minutos, pasados los cuales su corazón debilitado
empezaría poco a poco a morir.
Yo no era capaz de verla parada en la
acera, cargada de polvo, con escritos denigrantes en sus puertas que
decían “lávala que no encoje”. Ese no podría ser su fin.
En su último día de vida, la cuñada
que para eso está, para aliarse con la esposa y desviar sanas
intenciones, decidió someterla a un último esfuerzo y sacarla el
ultimo jugo de utilidad que aún le quedaba.
Con cuarenta grados a la sombra,
obligada a ir por caminos terregosos, fue condenada como Jesús de
camino al Calvario a cargar con su Cruz; una tinaja de mas de 100 Kg
, una mesa y unas cuantas sillas que hicieron rechinar sus amortiguadores
“artríticos”.
Ahí quedó, varada en el camino como
una astillada patera en la playa, se intentó todo lo posible , lo que se pudo, y como
último recurso se le aplicaron electrodos de reanimación que
consiguieron llevara hasta la puerta de su casa donde expiró.
Reposa ya , hasta que el forense venga a realizar el levantamiento de su
cadáver.
Gracias por todo Zafira
©Giliblogheces
©Giliblogheces
No hay comentarios:
Publicar un comentario